jueves, 16 de diciembre de 2010

VACACIONES


Estuve esperando por un año esas vacaciones. Planeando y economizando, privándome de salidas al cine, de parrandas con los amigos, de ropa y de algún disco nuevo que tanto ansiaba tener. Empecé por guardar dinero en una cuenta (evitando caer en la tentación de gastarlo cuando quisiera). Me inicie en tandas, busque dinero entre mis sillones, en la ropa de todo mi armario, en los bolsos perdidos de mi mamá y mi hermana, vendí cosas que ni yo sabia que tenia e incluso recordé a gente que me debía. Tuve que pedir maletas prestadas y otros artículos que considere necesarios a cambio de mil recuerdos, 100 fotos, 4 cartas, 2 llamadas y trece consejos sobre mosquitos y el clima. Que haciendo las operaciones correctas es la cuenta mas larga que he debido en mi vida y que aún no estoy muy seguro de poder saldar.

Pero encima de todo eso y de tener que soportar a la vieja amargada de mi vecina sobre las condiciones impuestas por su propia satisfacción para cuidarme la casa, me dispuse a disfrutar el sentarme a la mesa con café en mano y todos los folletos posibles que me había mandado la agencia de viajes, que iban desde Disneylandia hasta Alaska, de una calurosa playa hasta un pintoresco pueblo. Mientras las hojas iban pasando y las horas consumiéndose, no pude aguantar el recordar vacaciones anteriores.

Cuando uno es niño, la palabra vacaciones se divide en dos: diversión y nada de escuela, por que sin importar el lugar donde vayamos, siempre se convierten en las mejores. Porque ninguna se parece y jamás haces lo mismo. Descubres nuevas curiosidades y áreas inexploradas. Te vuelves alpinista, veloz corredor y experto nadador. Y el apasionante tema de acampar es como de otro mundo.

Al menos hasta la adolescencia, siempre estuve con mis padres, quienes me llevaban a donde quisiera (o podían), y luego, por otras razones ya ajenas a uno, perdimos la costumbre de salir como antes. Probablemente por eso me habían regalado un gatito para llenar esas vacaciones que ya no habían vuelto a regresar… Tuve que detenerme un poco por que sonó el teléfono, era un antiguo amigo. Tenia como medio año de no verlo (por cuestión de trabajo o por uno mismo) pero no se parecía enfriar del todo los restos de aquella camaradería que nos clavo uno a la vida del otro…colgué haciendo la promesa de vernos, pero sin la menor intención de volverlo realidad algún día. Siempre he pensado que esa frase es sólo la esquivación bien dicha de algo que no queremos hacer. Me dirigí nuevamente a la mesa y tome un poco a la taza. Fue cuando comencé a reclamar lo corta que fue la llamada de mi amigo (que no se por que le seguía diciendo así, pero luego de pensarlo por tantas noches, concluí que a veces uno no puede llamarlos de otro modo por que le es difícil hacerlo). No había tenido un pretexto muy concreto, pero no lo necesitaba. Aunque los pretextos se nos estaban volviendo viejos. Seguramente había visto o escuchado algo que me gustaba o que odiaba y que él aun tiene registrado en sus archivos. Mi cerebro también lo busco… le había pedido una relación más seria a mi novia, y hasta donde me suponía, ella le había dicho que no. Y no es por presumir de vanidad, pero al parecer fue por que aun me quería. La verdad es que nunca lo hablamos ni ella ni yo, y no la he vuelto a ver, pero de vez en vez, me acompaña su recuerdo.

Me serví algo mas fuerte que el ligero café que tomaba. Me gusto la idea de un viaje a Paris y retome una promesa entre mi amigo y yo. Y no es por querer ser pesimista, pero me dio la impresión de que esa promesa nunca había existido. De que un día se transformo en uno de esos tratos sin cerrar… Me desparrame en la silla ante un espejo que tenia enfrente, haciendo gestos y riéndome tan fuerte que si alguien me hubiera visto, diría que estoy loco. Hacía años (la verdad no quiero hacer cuentas de la soledad) me había ido con los amigos al rancho de uno de ellos. Partimos en la camioneta de sus padres un sábado por la mañana. Nos fuimos cantando, protegidos con cobijas hasta el cuello y tratando de que no entrara tanto aire por la ventana sin vidrio. Nadie se quejo nunca de ninguna incomodidad, nadie se quejo de que íbamos apretados, lo único que podíamos ver eran nuestros rostros sonrientes, nuestras palabras tontas y nuestros chistes tan simples que nos provocaban carcajadas de media hora. En lo personal, si me lo preguntan, los paisajes de montañas espolvoreadas de neblina, los pastos húmedos y aquel sentimiento de hermandad en que se llega a concentrar una amistad, me hicieron sentir el ser más feliz del planeta. Por que entre mis amigos y mi familia, yo no podía pedir más…Regresamos a casa fatigados y con la solemne idea de repetirlo... Nunca lo volvimos a hacer, pero he de confesar que lo recompensamos con fiestas ardientes, con borracheras tranquilas y tertulias que duraban hasta el amanecer. Una amistad que dejo un cayo dentro de mi, por que con ellos había aprendido desde besar hasta llorar… pero se volvió necesaria una despedida a tiempo… por el bien de todos, por nuestro bien mental y físico, por que desgraciadamente la confianza la estábamos matando… La lluvia me hizo tener que salir a recoger algunas cartas que estaban a punto de mojarse. Puras cuentas y propaganda. Mientras cerraba las ventanas y prendía la calefacción recordé que mi gato nunca les cayo bien, pero lo tenia desde antes que ellos llegaron y después de que ellos se fueron… El minino parecía poner todo de su parte por fregarlos, ellos se cansaban de decir que era pedante. Que los gatos son traicioneros y que me iba a abandonar. Pero siempre les decía que eso no era cierto y que incluso me quería más que ellos. Broma que resulto cierta, por que a fin de cuentas, él nunca me hizo a un lado y ellos si… Estaba obscureciendo muy temprano y encendí las luces para seguir con los folletos. Había dejado el vino y el café a un lado. Mire en la puerta del refrigerador un letrerito que me avisaba de ir a bailar con mis amigas que había conocido en preparatoria. Recordé las ultimas vacaciones con ellas… las pasamos custodiando el blanco féretro de una de nuestras amigas… Termine mis vacaciones sentado en el sillón sin ganas de querer bañarme, ni de comer y aterrorizándome de cualquier ruido. Perdí hasta el sentido del tiempo y de las horas en que estaba, por que mi cerebro se atiborro de la cara sonriente de ella, de su voz, de su manera de reír, de su maternidad adelantada y de todos sus planes que tenía para vivir… Mi vida dio un giro desde entonces. Me reconcilie con antiguos amigos, remendé viejas heridas, tape algunos rencores, perdone a los que me hirieron, bendije a los que me odiaban y reafirme mis amistades… Termine ya muy tarde de repasar los folletos. Me sentía tan agotado. Agonizaba soberbiamente de aquella caminata tan larga que acababa de dar…

Al otro día, estaba parado ante la puerta de la casa de mi prometida. Quien al verme se sorprendió mucho.

-¿Y ahora? ¿Qué haces aquí?

-Vengo a entregarte tu maleta. Gracias por prestármela.

-¿Y que paso con tus vacaciones?

Me volví sonriente a verla y a la vez que le mandaba un beso con la mano le conteste:

-Ya las hice.

Katrina