viernes, 15 de enero de 2010

La Princesa


Pasó durante una tarde de viernes invernal bajo un sol irreal. Él lavaba la ropa dentro de su rutina solitaria, tarareando viejas canciones escuchadas en una infancia difícil a una madre triste. Noto de inmediato la diferencia en el ambiente. Se giro a su izquierda; no esperando encontrar el amor ahí. Estaba parada junto a las escaleras, con el cabello rubio despeinado, la piel blanca, sonrosadas las mejillas y la mirada curiosa.

Le hizo una sonrisa leve, esperando que no huyera despavorida como los gatos cuando notan su presencia. Ella, que llevaba una faldita y sostenía una cuerda para saltar le devolvió la sonrisa. El corazón le dio un vuelco y sintió el sol más brillante, el cielo más azul e incluso la vida más liviana; se dio cuenta de que estaba irreparablemente enamorado de aquella criatura que nunca se había cruzado en su destino hasta ese bendito día.

Ella siguió en su sitió sin atreverse a acercarse del todo y él la saludo esperando a que, o se fuera para siempre o se quedara para la eternidad.

La miro dos veces disimulando, para grabarse en la memoria su recuerdo para evocarla cuando quisiera después. El mundo se detuvo cuando ella decidió avanzar primero uno… luego dos pasos. El aire que removió cuando lo paso de largo fue como un golpe que lo dejó sin aliento.

Su nombre era Emily, tenia seis años, empezaba la primaria, leía perfecto, gustaba del chocolate caliente y el pan dulce, y le gustaban las historias de príncipes y princesas. Le pregunto si le gustaban los animales, su nombre, su edad, el número de su familia… Iba a tocarla cuando alguien la llamo a gritos y salió corriendo sin darle tiempo a nada. Estaba a punto de lamentarse cuando la chiquilla asomo de nuevo y lo cito ahí mismo para el día siguiente.

No faltó a ninguna de las siguientes citas, aunque ella si lo hizo dos veces; en las que él se había quedado esperando por ella, en la azotea, bajo el rayo del sol sentado en un incomodo banquito, llorando a lagrima viva por la falta, aspirando a cada bocanada el aire intacto de su esencia que aún quedaba en el recuerdo del lugar, recitando en voz alta el cuento que le había preparado sólo a ella. Fue un viernes igual. Estaba a punto de creer que su princesa no iba a ir cuando la niña sonrío. Él se levanto ansioso para darle el chocolate que le llevaba de regalo y abrazarla. Ella noto de inmediato su arreglo.

—¿A dónde vas a ir?

Trago saliva sorprendido de que ella supiera sus intensiones antes de decirlas. El aire vespertino congelo el sudor en su nuca y hacía volar el cabello despeinado de Emily. Sus labios estaban húmedos y sus vivaces ojos no se apartaron de la envoltura que deshacía.

—Me voy con mi novia, Emily

—Mmmh… ¿y cómo se llama tu novia?

Mordió el chocolate y un poco quedo en la orilla de su boca y ella lo limpio con su lengua.

—Emily. Se llama Emily.

—Como yo. –y ella se puso contenta, a la vez que hurgaba dentro del bolso de la camisa por otro chocolate.

—Sí. Cómo tú.

—¿Me cuentas un cuento de princesas?

Sonrió con la luz en sus ojos.

Fue un viernes igual cuando Emily desapareció con su príncipe y no volver jamás.